Una relación sana nace de dos personas relativamente estables, no de dos personas incompletas que esperan que el otro las repare. Terapia, autocuidado, amistades sólidas y proyectos personales importan más de lo que parece.
Fotos, perfiles pulidos y mensajes encantadores no equivalen a compatibilidad real. La química presencial, el trato cotidiano y los valores compartidos siguen siendo lo que de verdad sostiene una relación.