Estaba en la cocina, feliz, calentando mi comida. Todo iba bien… hasta que abrí una gaveta y ahí estaba: una cucaracha parada, muy tranquila, como si estuviera revisando el menú. Nos miramos.
Yo grité.
Ella no. Ella solo salió caminando como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Intenté aplastarla con un trapo, pero me falló la puntería y terminé tirando el salero.
La cucaracha huyó.
Yo recogí el desastre.
Y ese día, comí con miedo.